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En el amplio catálogo de Netflix, donde las emociones se multiplican a cada clic, hay una película coreana que ha dejado huella en todos los que la han visto. Aunque fue estrenada en 2019, hoy vuelve a brillar gracias al boca a boca digital y a su poderosa narrativa, que mezcla nostalgia, amor y segundas oportunidades en un contexto histórico tan real como conmovedor.
El filme se titula La frecuencia del amor y tiene una duración de apenas dos horas, pero su historia logra permanecer en la memoria mucho más tiempo. Está dirigida por Jung Ji Woo, cineasta reconocido por su habilidad para narrar historias íntimas con gran sensibilidad, y escrita por Lee Suk Yeon, cuya pluma logra capturar con precisión los pequeños momentos que transforman una vida.
La historia nos lleva a la Corea del Sur de finales de los años 90, en pleno contexto de la crisis financiera del FMI, un periodo que marcó a toda una generación. En este ambiente cargado de incertidumbre, dos jóvenes cruzan sus caminos de una forma inesperada, en una pequeña panadería de barrio. Ella es Mi Soo, interpretada con dulzura y fuerza por Kim Go Eun, una joven trabajadora, amable y con sueños silenciosos. Él es Hyun Woo, encarnado por Jung Hae In, un joven introspectivo que acaba de salir de prisión y busca reinsertarse en la sociedad.
El primer encuentro entre ambos ocurre de forma sencilla pero significativa. Hyun Woo entra a la panadería buscando empleo, y a partir de ahí comienza una relación tejida lentamente, entre charlas casuales, silencios compartidos y una conexión que va más allá de las palabras. La panadería, más que un escenario, se convierte en un refugio para ambos, un lugar donde el pasado duele menos y el futuro parece posible.
Uno de los elementos más destacados del filme es la presencia constante de la radio, ese medio que en los 90 era el puente entre emociones, confesiones y personas. A través de un programa nocturno, los protagonistas se conectan de manera indirecta, compartiendo sus pensamientos, sus dolores y sus esperanzas. La radio funciona aquí como un tercer personaje, el canal invisible que mantiene viva la relación incluso cuando la vida intenta separarlos.
Visualmente, la película es un deleite. El trabajo de dirección de arte nos transporta a una Corea pre-digital, donde los cassettes, los aparatos antiguos y los carteles envejecidos le dan autenticidad a la ambientación. Cada plano está cargado de melancolía, y eso potencia aún más el efecto emocional de la historia.
La frecuencia del amor recuerda a esos clásicos romances del cine hollywoodense, donde los protagonistas no se buscan, pero se encuentran, y aunque parecen distintos, terminan descubriendo que comparten mucho más que lo que los separa. El guion evita caer en excesos dramáticos, optando por una narrativa pausada y contemplativa, que deja espacio para que el espectador sienta y reflexione.
Uno de los mayores aciertos del filme es cómo aborda el paso del tiempo. La historia no se limita a un solo periodo, sino que nos muestra cómo las decisiones del pasado resuenan años después, cómo los sentimientos pueden mantenerse intactos pese a la distancia, y cómo un reencuentro puede ser tan poderoso como el primer amor.
Netflix ha sido el escaparate perfecto para que esta joya cinematográfica llegue a una audiencia global. En tiempos donde las producciones se consumen con rapidez, esta película invita a detenerse, a mirar hacia atrás y a recordar que el amor verdadero no siempre llega con fuegos artificiales, pero sí con una intensidad que transforma.
Si estás buscando una historia que no solo te entretenga, sino que también te toque el alma, La frecuencia del amor es una opción imperdible. Porque más allá del romance, nos recuerda que a veces lo más importante no es cuándo nos encontramos, sino que, pese a todo, nos volvemos a encontrar.