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En 1981, Alemania fue sacudida por un hecho insólito: Marianne Bachmeier disparó y mató en plena sala de juicio a Klaus Grabowski, el hombre que había asesinado a su hija de 7 años, Anna.
Grabowski, un delincuente sexual reincidente, había secuestrado y asesinado a la niña. Durante el juicio, intentó culpar a la menor, lo que desató la furia de Marianne. En un acto planificado, ocultó un arma en su bolso y le disparó siete veces en el tribunal.
El suceso dividió a la opinión pública: ¿venganza o justicia? Para algunos fue el grito desesperado de una madre, para otros, un peligroso atentado al sistema legal.
Marianne fue condenada a seis años de prisión, pero cumplió solo tres. Más tarde vivió en Nigeria e Italia, hasta su regreso a Alemania, donde falleció en 1996 de cáncer. Fue enterrada junto a su hija.
El caso sigue siendo símbolo de debate sobre los límites entre la justicia legal y la justicia emocional.