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Mi esposo y yo estábamos ocupados en casa mientras nuestro hijo de 4 años, con discapacidad motriz, jugaba en el jardín con nuestra dóberman Tara. De repente, escuchamos un ladrido fuerte y salimos corriendo.
Al llegar, vimos algo que nos dejó sin aliento: nuestro hijo estaba de pie, agarrado a su silla de ruedas, temblando pero de pie. Tara ladraba feliz, como celebrando.
Ese momento fue un milagro que nunca olvidaremos. Gracias a Tara, nuestro hijo encontró fuerza y compañía.