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Ella debe atreverse a ser como una “diablita”, aunque no lo sea. Que juegue, que provoque, que se muestre segura y libre, como si fuera una fiera en la cama. Esa actitud vuelve loco a cualquier hombre.
Y él, que no solo busque placer, sino que la haga sentir deseada, que la explore, que la domine con suavidad pero con fuerza. Que no tenga prisa y sepa tocar donde debe, cuando debe.
Cuando los dos se sueltan sin vergüenza, la noche se vuelve inolvidable.