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Cuando Sofía anunció que se casaría con Daniil, un hombre en silla de ruedas, su familia reaccionó con silencio y desaprobación. Para muchos era un error; para ella, la elección más sincera de su vida.
Daniil había sido atleta y entrenador hasta que un accidente lo dejó parapléjico. Aislado y roto, conoció a Sofía en un centro de rehabilitación. Ella no lo abandonó: lo acompañaba en silencio, leía poemas y, poco a poco, logró devolverle la sonrisa. Ese vínculo se transformó en amor.
El día de la boda ocurrió lo inesperado: Daniil, que llevaba meses en rehabilitación en secreto, se levantó y dio unos pasos para recibir a Sofía. “Quería ponerme de pie por ti, aunque fuera una vez”, le dijo.
Hoy, juntos dirigen una fundación que apoya a personas con discapacidad, compartiendo su historia como ejemplo de que la verdadera fortaleza nace del amor. Cuando le preguntan a Sofía si se arrepiente, ella responde:
— No me casé con un hombre en silla de ruedas. Me casé con quien me enseñó a no tener miedo al dolor y a creer en mí misma.