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Era una mañana tranquila en el aeropuerto cuando la oficial Janet y su compañero K9, Max, comenzaron su ronda rutinaria. Todo parecía normal hasta que escucharon el llanto de un niño.
Janet vio a un pequeño de unos cinco años, solo y asustado. Al acercarse, el niño, entre lágrimas, le dijo que su mamá “no despertaba”. La oficial pidió refuerzos por radio y el niño los guió hasta su casa cercana.
Al llegar, encontraron a la madre inconsciente en la cama. Aunque su respiración era débil, seguía con vida. Los médicos llegaron rápidamente y confirmaron que había sufrido una crisis diabética. Dijeron que un retraso de minutos habría sido fatal.
La intervención rápida de Janet, junto con la intuición de Max —que percibió la urgencia desde el inicio—, fue decisiva para salvar la vida de la madre. Ese día, la combinación de experiencia humana y el instinto canino marcó la diferencia.