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Un niño abandona los zapatos de sus sueños para comprarle botas a un compañero pobre
David, un joven y talentoso futbolista, siempre soñó con llegar a la selección nacional. A pesar de tener apenas 12 años, practicaba mucho y estaba decidido a hacer realidad su sueño. También soñaba con un par de zapatillas con clavos.
De vez en cuando, sentado en el asiento de la ventanilla del autobús escolar, fantaseaba con levantar el trofeo de un campeonato importante y agradecer a su madre todo lo que había hecho por él. “Sería un discurso fantástico”, murmuraba.
Durante meses, David había estado ahorrando para comprarse un nuevo par de zapatillas deportivas. Le encantaban.
Todos los días vendía limonada en el puesto que había construido él mismo y ayudaba a sus vecinos con los recados para poder juntar el dinero él mismo sin ser una carga para su madre, que ya tenía mucho que hacer criándolo a él y a sus hermanas gemelas.
David pasó por la zapatería y le dijo al dueño que había estado ahorrando para comprarse los zapatos nuevos. “Joven, sus zapatos estarán aquí esperándolo”, dijo Manning con una sonrisa en el rostro.
Un día, camino a la escuela, un niño llamado Guillermo le preguntó a David si podía sentarse a su lado. “Por supuesto”, respondió David.
Guillermo admiraba a David. Quería ser famoso entre sus compañeros de colegio, tal como lo era David.
Ese día, Guillermo le dijo a David que le gustaban sus zapatos, pero David dijo que ya estaban viejos y que estaba ahorrando para un par nuevo.
Guillermo se sintió un poco avergonzado y escondió sus pies debajo del asiento. La verdad era que eran sus zapatos los que estaban viejos y gastados, no los de David.
En los días siguientes, David y Guillermo se hicieron muy amigos. Un día, David le dijo a su amigo: “Guillermo, por fin lo logré. Mi alcancía está llena. Hoy me compraré los zapatos de mis sueños”.