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“¡Abuela!”, corrió y abrazó a Marlene, que estaba en la cama. “No te pasará nada, abuela. No te preocupes. Dios no te quitará de nosotros porque eres todo lo que tenemos”.
Hasta hace un año Linda vivía con Marlene. Ella la cuidó y la ayudó mucho. Incluso estuvo dispuesta a rechazar una beca que le cambiaría la vida, pero se mudó a la ciudad para continuar su educación ante la insistencia de Marlene.
Brian entró en la habitación, tosiendo y sonriendo. “Maldita sea… ¡soy alérgico al polvo! Abuela, ¿no has barrido y quitado el polvo de tu habitación?
Se acercó y vio que su abuela estaba enferma y delgada. Pero él estaba menos preocupado y se quedó allí, esperando saber por qué ella los había llamado.
Marlene miró a Brian a los ojos mientras apretaba las manos temblorosas de Linda. La joven se entristeció al ver a su abuela tan pálida y sus ojos desprovistos de ese hermoso brillo de antaño. Parecían sin vida.
Marlene sonrió, se levantó lentamente y sacó dos sobres de debajo de la almohada. “Queridos míos, esto es para ustedes”, dijo. “Por favor, úselo sabiamente. Llamé para dártelo”.
Brian y Linda abrieron los sobres y encontraron un fajo de 5.000 dólares en cada uno.
Linda no pudo contener las lágrimas y salió corriendo llorando.
Mientras tanto, Brian frunció el ceño. “¿Sólo esta cantidad? Pensé que tenías más que ofrecer. Bien, tengo que irme ahora”. Le dio la espalda a Marlene y se fue sin siquiera agradecerle.
Al día siguiente, Marlene tuvo una sorpresa.
“¡Hola abuela!”, escuchó Marlene a Linda en su habitación. No esperaba que ella regresara.
Se despertó cuando la niña abrió las cortinas, rayos de luz iluminaron la habitación oscura y polvorienta.
Se sorprendió al ver a Linda. Había pensado que la niña se había ido a la ciudad donde estudiaba y trabajaba como bibliotecaria a tiempo parcial.
Linda se acercó a Marlene con el sobre que le había dado el día anterior.
“Agregué los $4,000 que había ahorrado durante el año. Abuela, ¿recuerdas que me hablaste de tu mala vista? Ahora tengo $9.000. Ahora podemos pagar su cirugía ocular”.
Marlene se levantó de su cama. Abrazó a Linda y las lágrimas corrían por su rostro. “¡Te conocía mejor, cariño! Pero ya es demasiado tarde para la operación. Siento que mi muerte se acerca. No quiero desperdiciar este dinero cuando pueda usarse para algo mejor”.
Linda secó las lágrimas de Marlene y le dijo que viviría con ella.