Freya estaba lista para empezar su vida de recién casada y se mudó a la finca familiar de su marido George. Sin embargo, cuando Valerie, la criada, le reveló la vida secreta de George, su matrimonio se desmoronó rápidamente.
Recién casada, me mudé a la casa familiar de mi esposo. Era un lugar de ensueño con techos altos, arcos y jardines llenos de flores. George quería que me instalara antes de irnos de luna de miel al sur de Francia.
Desde el primer día, Valerie, la criada, me miraba con desdén. Intenté ignorarla; después de todo, yo estaba allí para quedarme.
Unos días después, decidí preparar el desayuno para la familia. Mientras cocinaba, noté que mi teléfono no estaba donde lo había dejado. Le pregunté a Valerie si lo había visto, pero negó con la cabeza y apenas me miró.
Finalmente encontré mi teléfono en el asiento donde había estado Valerie. En la pantalla había un mensaje que me heló la sangre:
“Comprueba el cajón de tu esposo. Concretamente, el de arriba a la izquierda. Y luego, ¡CORRE!”
Con el corazón latiendo con fuerza, me dirigí al dormitorio y abrí el cajón indicado. Encontré un montón de cartas atadas con una cinta descolorida y una vieja llave. Las cartas, escritas por George, estaban dirigidas a alguien llamada Elena. Al leerlas, me di cuenta de que George le había prometido un futuro y amor eterno.
Pregunté a Ivy, la hermana pequeña de George, sobre la llave. Me dijo que probablemente era para el desván, un lugar que George solía amar pero que a ella siempre le había parecido oscuro y frío.
Subí al desván y, al encender la luz, descubrí las paredes cubiertas de fotos de George y una mujer que supuse era Elena. Entre las fotos, encontré una ecografía pegada a la pared. Elena estaba embarazada de George.
“¿Freya?”, me dijo Valerie desde la puerta. “Se suponía que no debías enterarte así”, dijo, mostrando simpatía.
Valerie confesó que Elena era su hermana y que quería que yo supiera la verdad. Había puesto las cartas en el cajón esa misma mañana. Elena y George se habían enamorado, pero George la abandonó al enterarse de que el bebé tenía síndrome de Down.
Decidimos contarle todo a la familia. Cuando George entró, no pudo negar lo sucedido. Sus padres lo desheredaron y destinaron su herencia para mantener a Elena y a su bebé.
A mí me concedieron el divorcio, y con la ayuda de mis suegros, fundé una organización para niños con discapacidades, dirigida por Valerie y la madre de George, quienes también repudiaron a George.
¿Qué habrías hecho tú en mi lugar?