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🔺 Primera parte – Ella y el lobo
Ella era una joven especial. Tenía una conexión única con la vida en todas sus formas: personas, animales, naturaleza. Desde niña, había rescatado a un lobo herido en las montañas. Desde entonces, él se convirtió en su compañero silencioso, su guardián leal.
El día de su boda, vestida de blanco y sonriendo como un ángel, parecía que el mundo se detenía solo para verla feliz. Todos esperaban el comienzo de una nueva vida… pero el destino tenía otros planes.
Pocas horas después de casarse, colapsó inesperadamente. Fue llevada de emergencia al hospital. Su corazón —ese que había amado tanto— empezaba a fallar. Los doctores corrían, las máquinas sonaban, el aire se llenó de urgencia… y de esperanza.
Pero la esperanza no bastó.
🩺 Segunda parte – La doctora y su hermana
La joven arrodillada en la esquina del hospital no era solo una doctora —era su hermana.
La había visto crecer, reír, enamorarse. Ahora estaba allí, impotente. Lo había intentado todo: inyecciones, reanimación, desfibrilador, oraciones… todo menos una cosa: detener la muerte.
Cuando la pantalla del monitor emitió ese pitido agudo y constante, el mundo pareció detenerse.
No gritó. No lloró. Solo cayó de rodillas, cubriéndose el rostro con ambas manos. Su silencio fue más desgarrador que cualquier grito.
Una colega, conmovida hasta lo más profundo, se acercó y le puso una mano en el hombro. Pero ella ya no sentía nada.
No solo había perdido a su hermana… había perdido el porqué de su vocación.
🐺 Tercera parte – El último adiós
Mientras tanto, el lobo —el fiel compañero de su infancia— se metió en el ataúd.
No se alejó ni por un instante. Se acostó junto a ella como si aún pudiera protegerla.
Apoyó su cabeza en su vestido blanco, como queriendo decirle en silencio:
“Perdóname… esta vez no pude salvarte.”
La sala quedó en silencio. Nadie tuvo el corazón de moverlo.
Un amor puro había quedado tendido junto a otro.
Una vida se apagó… pero su amor quedó vivo —en el llanto de una doctora destrozada, y en los ojos tristes de un lobo que supo llorar sin hacer ruido.